El Caldo.

 

El contraste de temperatura me pega en la cara y reconforta. Hay una mesa libre, junto al fuego. Me acerco, sintiendo cómo el calor empieza a calar bajo las capas de ropa. Me quito el casco con manos torpes, luego las gafas, empañadas. Los guantes los dejo caer sobre la mesa, húmedos y pesados.

Llevo unas horas inmerso en la ventisca, pero ya he llegado al calor del refugio.

-Ponme un caldo, por favor…



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