Ligeros.

Ayer fue un día intenso en la Pedriza. Teníamos intención de encadenar algunos riscos, y a eso fuimos.

Comenzamos en Canto Cochino y salimos hacia Peña Sirio. El Espolón Oeste lo escalamos en ensamble, disfrutando de las setas y los canalizos, hasta llegar al último resalte, donde montamos reunión. La cumbre, a la que no subía desde hacía años, nos sorprendió por sus vistas, el aire fresco y las primeras luces sobre la Pedri.

De ahí, la sucesión lógica nos llevó a la Cueva de la Mora. La idea era hacer la vía Gallego, pero como había una cordada metida, nos fuimos a Zarzejos in the Gym, una preciosa vía plaquera que se deja escalar en el fino granito de ese risco.

Bajamos por la cara este para enlazar con el camino hacia la norte del Yelmo. Un itinerario desconocido nos recibió: Pintuvi, con un ambiente sombrío, liquen y la sensación de que poca gente pasa habitualmente por ahí…

Cumbre del Yelmo, y para abajo a la pradera por el Callejón del Miedo. El calor apretaba y dudábamos si meternos, pero nos animamos y, con la intención de ir rápidos, escalamos la Hermosilla cruzando un buen tramo de la pared por la zona este.

A la sombra de la Maza bajamos por la Umbría del Calderón. Sin embargo, el calor seguía pegando fuerte, y nos paramos a reponer agua en un pequeño goteo subterráneo que llenaba las botellas tras largos minutos. Parar nos vino bien: refrigerar, descansar… y, encima, un escalador pedrizero nos ofreció algo de Aquarius que supo a gloria. Gracias, siempre!

Teníamos el Pájaro a la vista, y no pudimos resistirnos a una última cumbre en este risco tan especial. La Rivas-Acuña fue la elegida: no muy difícil, pero en la que el cansancio se notaba, y tuve que esforzarme para mantener la atención. Bajamos por la cara norte y nos fuimos hacia el refugio Giner, donde nos esperaba una buena comida y la charla con gente del Peñalara.

Con esta actividad, uno se da cuenta de la belleza de moverse ligero por la montaña. Nos salieron unos 630 metros de escalada. Elegir el material justo, recorrer los metros que se puedan en ensamble, empalmar largos… sin duda lleva la actividad a otro tiempo. Pequeños detalles, como el orden del material, el tiempo en las reuniones o cómo alimentarse, marcan la diferencia. Sentir que lo que hace unos años te llevaba un día entero ahora lo haces en pocas horas da una sensación de evolución y satisface.

Eso no quita que haya días para subir tranquilamente, con un bocata que sabe mejor que un gel y un buen armario de mochila. Pero ayer… fue un día de ligereza, de movimiento y de intentar parecerse a las cabras de la Pedriza.

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