martes, 23 de diciembre de 2025

Canal del Puro.



Hoy nos hemos acercado a La Maliciosa con la idea de escalar alguna vía que normalmente se hace en roca, pero aprovechando unas condiciones invernales. La última nevada ha dejado nieve en la cara sur de la montaña, aún sin recibir el sol, y las temperaturas se han mantenido bajas. Con estas premisas en mente, una de las vías que teniamos fichadas era la canal del Puro, que con un primer largo encajonado y a resguardo del sol podía ser una buena opción para disfrutar de una bonita jornada alpina.

No madrugamos en exceso, daban temperaturas muy frías durante todo el día y, tras valorar varias posibilidades sobre el terreno, nos decidimos finalmente por la canal del Puro. El primer largo nos sorprendió por la buena calidad de tracción de la nieve. Algún resalte nos hizo entrar en calor, pero el ambiente invitaba a seguir. Tras una travesía con mucho patio y un entorno espectacular, tuvimos que afrontar un largo fino en mixto, donde ya se notaba que la temperatura había empezado a subir y el hielo pegado a la pared exigía progresar con mucho tacto.

Un último largo nos dejó en los bloques cimeros, donde caminar entre ellos cubiertos de nieve resultaba especialmente bonito. Mar de nubes, soledad… descendimos por la canal Este, con ambientazo…

Un día inesperado, pero lleno de sentido. Aprovechar al máximo las condiciones de lo que tenemos al lado de casa, después de varios días observando el parte y la sierra, es apostar por la montaña de cercanía. Y eso siempre tiene algo especial.


martes, 9 de diciembre de 2025

Nubes.

 


El mar de nubes tapa la llanura y sus pueblos. Sobre ellas solo hay azul y claridad. No son capaces de cubrir lo alto de la Sierra, ni las agujas de roca sobre las que nos levantamos. Nuestra sombra se proyecta sobre la roca. Hemos escalado una vía en el Peñotillo Bajo, otra vía en el Peñotillo Alto y finalmente, otra en La Maliciosa. Últimamente encadenamos riscos, es la manera de sacar metros en esta zona…En La Maliciosa, hemos subido por la Ezequiel Domingo, con mucho disfrute y sabor alpino. Una chimenea a la sombra desgastada por el agua y el frio… una pequeña joya.

domingo, 23 de noviembre de 2025

Gorbea.


Es viernes. En unas horas pongo rumbo al norte para ver a Aita y Ama. Empiezo a hacer la pequeña maleta y, de repente, me entra una idea como un rayo. La última borrasca ha descargado fuerte en el norte… ¿Cuánta nieve habrá dejado en los montes vascos?

Abro la webcam del refugio del Gorbea y me parece ver bastante grosor, incluso unas huellas de esquís. Llamo al refugio para preguntar por las condiciones: ¿Se puede esquiar? Me confirman que, al menos para foquear, hay nieve suficiente. Uy… esto tiene buena pinta. Esquís, pieles, mochila… al coche.

En el trayecto confirmo las bajas temperaturas bajas y algunos copos caen en el puerto de Altube.

A la mañana siguiente, temprano, dejo el coche en Pagomakurre. Desde allí mismo me calzo los esquís. Al principio el espesor es escaso y en algún paso de agua tengo que descalzar, pero a medida que gano altitud la montaña se tiñe de blanco y el paisaje se vuelve precioso. Anboto, Aizkorri, Aldamin… Cumbres modestas en un territorio de lomas, pero que con nieve ganan un carácter especial.

Subo por la normal, charlando con distintos senderistas y con algún otro esquiador. Lanka se lo está pasando en grande, jugando con la nieve. No conozco muy bien el Gorbea, pero siempre he querido bajarlo esquiando. La subida, con nieve venteada, no presagia una gran bajada, así que avanzo hasta quedarme al oeste de la cumbre, en una antecima tranquila donde puedo disfrutar del paisaje en soledad.

Me lo tomo con calma. Veo una buena huella por lo que parece ser nieve polvo entre las lomas de Urratxa y Gatxarreta. Por donde he subido hay mucha gente y la nieve está dura… mejor probar por aquí.

Empiezo a bajar y la acumulación aumenta a cada metro, hasta meterme en una vaguada donde las condiciones son perfectas. Al resguardo de las hayas, enlazo unos giros bonitos, parando cada poco para esperar a Lanka y recordarme que estoy solo en esta zona de la montaña, que no es lugar para hacerse daño.

Llego a una borda idílica. Pongo las pieles a secar y juego con Lanka. El sol empieza a derretir la nieve acumulada sobre las hayas y el bosque no para de moverse. 

Vuelvo a ponerme los esquís y me acerco al refugio de Gorbea. Tomar un caldo caliente en el interior es mi manera de devolver el favor por la información del día anterior... He disfrutado muchísimo de este día de esquí de montaña en los montes vascos. Y he abierto la puerta a una zona llena de posibilidades, a la que suelo prestar menos atención cuando vengo al norte.

sábado, 8 de noviembre de 2025

Camino.

Durante mis años de universidad, cayó en mis manos un libro de la editorial Desnivel titulado Montañismo, La libertad de las cimas. Aquel manual abarcaba todo: los principios de la escalada en roca, el alpinismo, la acampada, la orientación, los primeros auxilios… incluso dedicaba capítulos a la geología, al ciclo de la nieve y a la meteorología.

El libro definía el concepto de Libertad de las Cimas, una idea que me resonó profundamente. Fue un descubrimiento importante para mí, porque sentí que había encontrado un camino, una dirección que me apetecía explorar. Ese concepto se traducía en una forma de recorrer las montañas con respeto, conocimiento y soltura. Sin embargo, aquella libertad no era algo dado, sino algo que debía conseguirse a través del intercambio de ofrecer entrenamiento, preparación y motivación.

Ese enfoque me parecía profundamente completo. Implica tanto el entrenamiento físico como el mental: poner el cuerpo a punto para moverse por terrenos verticales y exigentes, y a la vez desarrollar una mente serena. Requiere también conocer a fondo el medio en el que te mueves, leer las montañas, entender la roca, la nieve y el tiempo, y saber utilizar el material que te acompaña. Además, hay un componente esencial en la relación con el compañero: aprender a confiar, a apoyarse mutuamente, a formar equipo. En esa conexión he crecido mucho como persona.

Al principio pensaba que el alpinismo era un espacio libre. Pero con el tiempo comprendí que, como casi todo en la vida, también está contaminado por normas, presiones, comparaciones y exigencias. Se nos dice cómo, cuándo y dónde debemos hacerlo. Qué es lo valioso, y qué no. Aparece una especie de currículum alpinista que parece necesario cumplir: unas vías que hay que escalar, una forma de vestir, unos códigos, unas reglas sobre cómo se debe progresar, a qué se puede agarrar uno y a qué no. Y es entonces cuando aquella motivación pura e iniciática empieza a transformarse.

Ahora, después de haber seguido en muchas ocasiones las normas y expectativas de los demás, he comprendido que lo verdaderamente importante es estar en paz construyendo mi propia trayectoria. Esa paz nace de haber trazado un camino propio, uno que realmente deseo recorrer, con mis reglas, mis ritmos y mi manera de entender la montaña.

En ese camino, una de mis prioridades es fluir. Fluir entendiendo que el verdadero disfrute en mi montaña aparece cuando el cuerpo se mueve sin tensión. Cuando surge la rigidez en una pared o en un paso difícil, cuando los horarios se estiran, cuanto te pierdes, algo se rompe: desaparece la ligereza, la conexión. Muchas veces es inevitable, y se aprende, pero mi objetivo es reducir al mínimo esa tensión. ¿Cómo? Entrenando con constancia, eligiendo objetivos acordes con mis capacidades del momento y cultivando la serenidad mental, la soltura en el movimiento y la concentración. Pero también a través del orden en el material, de una buena planificación y de la comunicación honesta con el compañero. En definitiva, a través de todas esas pequeñas capacidades que hacen que, algunos días, en ese estado de flujo, encuentre mi Libertad de las Cimas.


lunes, 3 de noviembre de 2025

Sobre ruedas.

 

Otoño es un buen momento para rodar entre árboles con la bicicleta.

El aire es fresco, el suelo está húmedo sin llegar a empaparse, y las hojas se levantan a tu paso. Acertar con la ropa no es fácil…pasas del frío al calor con solo cambiar de orientación en la montaña, pero da igual. En el bolsillo llevas un par de castañas recién cogidas, y no hacen falta barritas.

Durante la subida por pista hablas con los amigos, te pones al día,  y disfrutas de transmitir la fuerza de tus piernas a un mecanismo sin muchos intermediarios, sin electricidad ni baterías. Solo fuerza, sencillez, un buen desayuno y ganas de estar ahí.

La pista se estrecha y se vuelve sendero. Beber, comer un poquito. Cada uno se concentra en su bajada, en la técnica, en las raíces resbaladizas, en abrirse en esa curva, en buscar la línea buena entre las piedras. Algún grito de disfrute, otro de adrenalina... Jugamos. Sonreímos.

Y volvemos a subir.


domingo, 5 de octubre de 2025

Ligeros.

Ayer fue un día intenso en la Pedriza. Teníamos intención de encadenar algunos riscos, y a eso fuimos.

Comenzamos en Canto Cochino y salimos hacia Peña Sirio. El Espolón Oeste lo escalamos en ensamble, disfrutando de las setas y los canalizos, hasta llegar al último resalte, donde montamos reunión. La cumbre, a la que no subía desde hacía años, nos sorprendió por sus vistas, el aire fresco y las primeras luces sobre la Pedri.

De ahí, la sucesión lógica nos llevó a la Cueva de la Mora. La idea era hacer la vía Gallego, pero como había una cordada metida, nos fuimos a Zarzejos in the Gym, una preciosa vía plaquera que se deja escalar en el fino granito de ese risco.

Bajamos por la cara este para enlazar con el camino hacia la norte del Yelmo. Un itinerario desconocido nos recibió: Pintuvi, con un ambiente sombrío, liquen y la sensación de que poca gente pasa habitualmente por ahí…

Cumbre del Yelmo, y para abajo a la pradera por el Callejón del Miedo. El calor apretaba y dudábamos si meternos, pero nos animamos y, con la intención de ir rápidos, escalamos la Hermosilla cruzando un buen tramo de la pared por la zona este.

A la sombra de la Maza bajamos por la Umbría del Calderón. Sin embargo, el calor seguía pegando fuerte, y nos paramos a reponer agua en un pequeño goteo subterráneo que llenaba las botellas tras largos minutos. Parar nos vino bien: refrigerar, descansar… y, encima, un escalador pedrizero nos ofreció algo de Aquarius que supo a gloria. Gracias, siempre!

Teníamos el Pájaro a la vista, y no pudimos resistirnos a una última cumbre en este risco tan especial. La Rivas-Acuña fue la elegida: no muy difícil, pero en la que el cansancio se notaba, y tuve que esforzarme para mantener la atención. Bajamos por la cara norte y nos fuimos hacia el refugio Giner, donde nos esperaba una buena comida y la charla con gente del Peñalara.

Con esta actividad, uno se da cuenta de la belleza de moverse ligero por la montaña. Nos salieron unos 630 metros de escalada. Elegir el material justo, recorrer los metros que se puedan en ensamble, empalmar largos… sin duda lleva la actividad a otro tiempo. Pequeños detalles, como el orden del material, el tiempo en las reuniones o cómo alimentarse, marcan la diferencia. Sentir que lo que hace unos años te llevaba un día entero ahora lo haces en pocas horas da una sensación de evolución y satisface.

Eso no quita que haya días para subir tranquilamente, con un bocata que sabe mejor que un gel y un buen armario de mochila. Pero ayer… fue un día de ligereza, de movimiento y de intentar parecerse a las cabras de la Pedriza.

jueves, 11 de septiembre de 2025

Catedrales.

Aparcamos solos en el aparcamiento de Mingo Fernando. Atravesamos el bosque de pinos resineros, cruzando en algunos tramos el arroyo seco sobre sus rocas blancas, pulidas por el paso del agua. Las primeras luces se cuelan entre los árboles, y pronto salimos al Puesto del Pio, antiguo refugio ganadero.

Desde ahí ya se distingue la cresta de las Catedrales hacia el Gran Galayo. Esta arista, recorrida por primera vez por Tomás Mesón y Ángel Rituerto en el verano de 1978, es una de las más emblemáticas de Gredos.

Hacemos una parada en la base, donde confluyen las canales Seca y Reseca, para ponernos los arneses, beber agua y estudiar el itinerario. Somos tres, y decidimos repartirnos la cresta en tres tramos para que cada uno disfrute de liderar una parte. Comenzamos con unas trepadas fáciles, hasta que el runrún interno nos aconseja encordarnos. Con unos metros de cuerda entre cada uno, nos sentimos mas seguros.

La progresión se va sucediendo entre trepadas, navegación y un par de rápeles. Avanzamos con fluidez: cuando el tercero llega a un rápel, el primero ya lo ha montado. Estos y otros detalles hacen que, en pocas horas, alcancemos la cima del Gran Galayo.

El descenso por la canal se hace largo, pero pronto estamos de nuevo en el Puesto del Pio, descansando y dejando atrás el agreste paisaje. Ahora una vez conocida, soñamos con una repetición invernal...


Canal del Puro.

Hoy nos hemos acercado a La Maliciosa con la idea de escalar alguna vía que normalmente se hace en roca, pero aprovechando unas condiciones ...